Mediante este breve texto, queríamos invitaros a la manifestación que tendrá lugar el próximo 28 de noviembre a las 12:30 desde la Kultur Etxea de Mamariga en Santurtzi.
Con motivo de la campaña mediática en contra de la okupación que se está llevando a cabo desde los medios de desinformación, las movilizaciones vecinales anti-okupas de tintes racistas y clasistas que fuerzan desalojos y las agresiones que nos amenazan y llegan desde el ayuntamiento. Desde Mamarigako Kultur Etxea, Mamarigako Gaztetxea, La Kelo Gaztexea y personas solidarias; hemos visto imprescindible organizarnos para dar una respuesta contundente a esta situación que afecta a todo el movimiento de okupación general.
Esta iniciativa que surge de los espacios okupados de Santurtzi queremos abrirla al resto de colectivos y redes afines. Nos gustaría haceros participes proponiendo utilizar esta convocatoria para visibilizar en vuestro entorno las diferentes problemáticas locales y que el día 28 bajo la bandera de la okupación sea punto de encuentro para reivindicar nuestra lucha y la defensa de nuestros espacios.
Sin afán de centralizar y estando abiertas a diferentes propuestas, esperamos que esta movilización sirva para dar continuidad a las reivindicaciones, motivar la autoorganización y dar pie a futuras acciones.
Crea, apoya y defiende la okupación.
¿Tenemos derecho a una vivienda? ¿Tenemos derecho a trabajar?
Tenemos la necesidad de un techo y no de que nos manipulen, apaleen, detengan o exploten.
¿Tenemos derecho a decidir en nuestros barrios y nuestras vidas?
Tenemos la necesidad de tomar nuestras propias decisiones, de desobedecer, de luchar y no de que simplemente nos otorguen derechos.
La represión está en la calle, en el trabajo, en los bares, en los centros de ocio y, tristemente, también en el entorno familiar y en las relaciones insanas de amistad o convivencia. La represión está dentro de nosotras.
Los espacios okupados siempre fueron refugio de luchas políticas, donde crear relaciones de solidaridad y apoyo mutuo en las que no se ejerza violencia, así como relaciones de convivencia entre iguales y diversas. Espacios conscientes, enfrentados al pensamiento único y que trabajan unidos hacia el pensamiento crítico. Espacios vivos en un mundo que nos quiere sumisas, uniformadas y sin un horizonte más allá de producir y consumir hasta que nuestro cuerpo, cerebro y corazón se agoten.
Siempre en el punto de mira de la represión, y no solo la policial, la nefasta gestión de la clase política sobre la COVID-19 nos lleva a la represión de toda actividad enfrentada al capitalismo.
DEBES consumir, gastar tu dinero, e ir a trabajar. Sin embargo, el peligro de contagio solo se incrementa en los espacios que a ellos no les interesan. Se te permite la opción de comprar un libro en un centro comercial, pero no cogerlo prestado de una biblioteca de un centro okupado. Te prohíben asistir a charlas, pero su circo parlamentario continua su actividad. Las salas de cine permanecen abiertas para ver la última basura de Hollywood, mientras tú no puedes asistir a un espacio okupado a ver un documental de carácter político o social. También puedes continuar frecuentando restaurantes, pero ven peligroso que acudas a un comedor vegano, en los que además de tener una ética con los animales no humanos, suelen ser gratuitos o los precios están al alcance de todo el mundo. En esta situación hemos interiorizado tanto la represión que somos nosotras mismas las que desechamos ideas y proyectos por miedo a desalojos y/o multas desorbitadas. En definitiva, el sistema no quiere cabezas pensantes, creativas y organizadas.
El sistema nos ha robotizado dejando ahora más claro que nuca lo que esperan de nosotras, individuos que produzcan sin plantearse para quién y consuman sin plantearse dónde y cómo. Deshumanizan la ciudad arrebatándonos los pocos espacios que escapan a su control y a sus relaciones mercantiles.
Con respecto al alquiler de vivienda, las inmobiliarias exigen una mensualidad del precio de dicha vivienda, a lo que hay que sumar otras dos mensualidades de fianza, en la mayoría de los casos, y finalmente el propio precio de alquiler. Peritos de estas inmobiliarias valoran los movimientos de tu cuenta para asegurarse de que eres un postor pudiente. Podría ocurrir que el único piso acorde a tu poder adquisitivo, no a tus necesidades, esté a más de una hora de tu puesto de trabajo, familia o sitio en el que has crecido. Puede que con un poco de suerte encuentres un alquiler asequible, pero se tratará sin duda de algún chanchullo con alguno detus vecinos con el que tendrás que colaborar rehabilitando la casa, en el mejor de los casos. La poca vergüenza y falta de escrúpulos de algunos propietarios no tiene fin. Incluso algunos llegan a exigir una remuneración por adquirir el padrón o ni si quiera te ofrecen dicha opción.
Es común cuando acudes al ayuntamiento a empadronarte que te exijan presentar contratos de alquiler o el permiso de los propietarios para concedértelo. Esta práctica es ilegal, y ellos lo saben, pero hacen caso omiso a la ley que tanto defienden cuando les conviene. Cuando les pides explicaciones lo resuelven con un cortante “órdenes de la alcaldía”. Nada podemos esperar de unas leyes que ellos mismos definen, pero no podemos olvidar que estas mismas leyes privan a muchas personas de las pocas herramientas que tienen para sobrevivir. El resultado es un laberinto en el que confluyen vivienda, ayudas sociales, trabajo precario y empadronamiento y en el que la única salida es el sometimiento y la esclavitud.
Ante todas estas presiones y condiciones ejercidas por la mafia de la vivienda, la situación se complica aún más para personas sin permiso de trabajo o sin papeles en regla. Sus únicas salidas son alquileres ilegales igualmente caros, familias hacinadas, espacios insalubres y sin ningún tipo de garantía, al no haber contrato alguno. Ante esta situación, y con la cantidad de espacios vacíos que hay, la solución más justa y sensata es la okupación.
No es casualidad que los alquileres, gracias a las diferentes estrategias de especulación como la gentrificación de los barrios o la turistificación, sean cada vez más caros. Esto apunta a la conversión de las ciudades en mercancía y no en lugares para vivir, siendo más fácil consumirlas como turista que habitarlas como vecina.
Inmobiliarias, bancos, constructoras y ayuntamientos buscan beneficiarse mediante la especulación de terrenos de las comunidades. Convirtiendo los últimos reductos de vida de barrio, junto con sus tejidos comunales y vecinales, en zonas de paso en las que la única relación posible sea el intercambio de dinero mediante la producción y el consumo.
En nuestro pueblo otro nuevo plan de urbanismo está en proceso. Alguna de sus consecuencias son que donde ahora hay una casa con huerto, en un futuro veamos un bloque de edificios; que las calles en las que antes la gente se paraba a hablar, sean avenidas con escaparates en las que fluyen las masas de zombis consumistas; que lo que antes era un bar de barrio utilizado como punto de encuentro, ahora sea la franquicia de moda donde la gente se toma su café mirando a su pantalla preferida. También supone que las vecinas a las que conocías sean personas individualizadas que trabajan a una hora de su casa y solo salen a la calle para comprar, gracias a las nuevas empresas de paquetería tal vez ni eso.
Una campaña mediática orquestada dirigida a nuestras vecinas, nuestras potenciales aliadas, les lleva a delatar a sus propias vecinas por salirse de la norma. Cada vez es más habitual encontrarse con manifestaciones organizadas por algunos vecinos para forzar un desalojo. Esta práctica, que aparte de ser más ilegal que la propia ocupación, nos hace pensar hacia donde nos dirigimos como pueblo. Probablemente, hacia una sociedad en la que preferimos atacar al okupa antes que atacar a los banqueros, mientras los desahucios se suceden a su alrededor y quedan impunes. Una sociedad que critica y teme la okupación pero no teme a las fuerzas de seguridad, claramente armadas y violentas, y que no sabe canalizar su resentimiento y odio contra el verdadero opresor.
Somos muy conscientes del poder de los medios de desinformación, pero no podemos dejar de sorprendernos de que haya personas que sientan más rabia porque alguien no pueda o no quiera pagar un hogar, que por llevar una vida esclava solo por tener una casa. El poder queejercen los medios es tal que consiguen que vecinos ataquen antes a familias que a especuladores. Estamos seguras de que en algunos casos se de esta situación por desinformación y miedo. Aunque sabemos, tristemente, que esta situación también se da por envidia y actitudes racistas, clasistas, patriarcales y fascistas.
Los partidos políticos también mantienen su campaña criminalizadora, acusándonos de prácticas mafiosas cuando neonazis instituidos en mafias legales se lucran de la extorsión y acoso al movimiento. No es casualidad que esta gente salga a la luz en momentos de crisis económica cuando la gente pierde sus trabajos y no pueden pagar sus alquileres e hipotecas.
Estas empresas de matones aliados de los grandes propietarios y de ideología fascista han conseguido legitimar acciones que han realizado siempre por odio, con el amparo de la ley y la opinión pública.
Sabemos que este sistema nos ha individualizado, por ello creamos espacios colectivos donde juntarnos, compartir nuestras experiencias y luchar de forma horizontal. Creemos que esta sociedad está mercantilizada, por eso apostamos por la autogestión y el trabajo colectivo en busca de la autonomía. Vemos que el racismo ha separado y criminalizado, por eso sabemos que tenemos que esforzarnos para que nuestros espacios rompan esas barreras. Tener un hogar donde vivir es más que un derecho con el que hacer negocio, es una necesidad básica. Por eso tomamos casas abandonadas donde forjar una vida digna.
Recogemos el testigo de las que nos precedieron y no nos avergonzamos de lo que hacemos, sino que nos enorgullecemos. La okupación fue, es y será una forma de vida y una herramienta de lucha.
Ante sus agresiones siempre nos encontrarán enfrente.
Crea, apoya y defiende la okupación.
La Kelo Gaztexea
Las Viñas kalea 63, Santurtzi
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