Grecia: Squats en Atenas, una alternativa a los campos de refugiados desde la autogestión

Una decena de edificios ocupados en la capital griega representan, para muchas personas refugiadas, la posibilidad de desarrollar formas de vida más dignas que las derivadas de la respuesta institucional.

“Bienvenido. No eres un refugiado, eres un ser humano”, recuerda Alí que le dijeron cuando llegó al City Plaza. Este edificio de ocho plantas es un antiguo hotel de 132 habitaciones, abandonado durante seis años y transformado en un espacio autogestionado en el que conviven más de 300 personas; 30 de ellas, nacidas en él. La mayoría llegaron huyendo de guerras y persecuciones en sus países de origen; las otras, a quienes en Grecia se conoce como legios, para ofrecerles su solidaridad y esfuerzo.

El City Plaza es uno de los diez squats [edificio ocupado] para personas refugiadas que existen en Atenas y que siguen la estela de Notara 26, abierto a comienzos del otoño de 2015 en el barrio de Exarcheia, “en un edificio público que no estaba en uso”, recuerda Giorgos Maniatis. Este integrante de Diktio, la Red por los Derechos Políticos y Sociales, participa en City Plaza desde su origen en abril de 2016, un momento en el que “la realidad para mucha gente que se quedaba atascada en Atenas era que se convertían en personas sin hogar”. Entonces, quienes conseguían llegar a “tierra firme” y no podían seguir su camino, quedaron en una especie de limbo dentro de Grecia. A día de hoy, “hay más de 2.500 refugiados viviendo en squats en el centro de Atenas”, según Maniatis.

La situación del refugio en Grecia

Para entender la situación de la mayoría de las personas refugiadas o solicitantes de asilo que se encuentran a día de hoy en Atenas y la dimensión de los edificios ocupados como alternativa habitacional, resulta clave hacer un breve repaso de las recientes políticas migratorias de la UE y los países balcánicos y el lugar que ocupa el Estado griego en ellas.

Para la mayoría de las personas que huyen de Siria, Afganistán o Eritrea con destino a Europa, Grecia debería ser un lugar de paso y Alemania, el destino final. Pero en muchos casos, el tiempo de espera en el país heleno lleva alargándose hasta los dos años. Foaz, llegado desde Siria, lleva más de veinte meses en un campo de refugiados esperando su turno para partir en uno de los vuelos de reagrupamiento hacia Alemania, un derecho recogido en el Convenio de Dublín y cuyo flujo gestiona de forma directa el Gobierno germánico. Foaz se lamenta de que carecen de “ningún tipo de apoyo”.

El limbo en el que se encuentra procede de que su llegada a Europa se produjo meses después que la de su familia; un retraso debido a que no tenía “capacidad económica” para poder viajar junto a los suyos, quienes sí pudieron entonces continuar su viaje hacia Alemania. Su situación ilustra la de muchas personas que, como la suya, está determinada por su día de llegada a Grecia y la deriva de las políticas migratorias europeas durante los últimos años.

Un hito importante es la vuelta de los controles fronterizos dentro de la Unión Europea, en septiembre de 2015. Como, según las leyes internacionales, Grecia debía acogerles porque era el primer “país seguro” del que se tenía constancia que hubieran pisado, muchos de quienes tenían intención de continuar su viaje se quedaron en Grecia, en campos levantados por el Ejército griego o en algunos improvisados, como el de la Plaza Victoria, en pleno centro de Atenas.

Otra fecha fundamental en el proceso es el 18 de marzo de 2016, con la firma del acuerdo UE-Turquía. Además de la externalización de fronteras, se dificulta el proceso de asilo, y es la EASO, Unidad de Coordinación del Asilo Europea, la que comienza a analizar cada caso. Para quienes hubieran solicitado el asilo antes del 20 de marzo —cuando entró en vigor el acuerdo— el proceso de asilo es competencia exclusiva de Grecia y no serían trasladados a Turquía. Para quienes hayan llegado después de ese día, les espera que les resuelvan el proceso de solicitud de asilo. En el caso de que no cumplan los requisitos para alcanzar el estatus de refugiado, Turquía ya se considera país seguro, con lo que son retornados allí.

Con estos antecedentes, la cuestión habitacional es un asunto lejos aún de resolverse y el lugar donde se reside tiene una importancia determinante. “Las condiciones en los squats son mejores que en los campos”, reconoce una funcionaria pública que, hasta mayo de 2016, integraba el Comité de Apelación de Asilo de 2º grado y que abandonó por las “presiones indirectas” al funcionariado. Añade que “ha pasado el tiempo de emergencia y no hay ninguna instalación eficiente” en los ocho campos de refugiados que hay en la región de Atenas.

En los campos que están “en tierra firme”, las tiendas de campaña van dejando paso a módulos prefabricados, similares a un container. La mayoría de los campos de Atenas fueron levantados por el Ejército, pero “desde abril de 2016 hay una coordinación interministerial”. E. V., abogada y coordinadora nacional de la Red de Abogados sobre Asilo, afirma que “en Grecia hay dos contextos legales” y que, en las islas, la situación “es horrible, peor que en 2016”. Pone un ejemplo: “En Moria no había sitio para poner las tiendas, así que decidieron transferir a mil personas hasta tierra firme, sin ningún criterio”. Como “no pueden abandonar las islas”, los problemas de saturación en las ellas van en aumento, mientras siguen llegando personas a sus costas, entre Turquía y el continente europeo.

“¿Tu quieres saber cómo reaccionaron las instituciones a esta crisis?”, pregunta de forma retórica y vehemente E. V. “Para mí, una población de diez millones viviendo en este país no debería tener problema en recibir a 50.000 personas, el porcentaje es mínimo”, se responde esta abogada y asegura que “hay una crisis en el sistema de servicio de asilo, por los números y la implicación de actores externos que han sido, en cualquier caso, impuestos al Gobierno griego”. Para las posibilidades de este Ejecutivo, la solución continúa pasando por los campos de refugiados, que “se supone que era una situación temporal, pero se están convirtiendo en algo permanente para muchas personas”, evidencia Giorgos Maniatis.

El traslado a pisos de acogida es una iniciativa que gestionan algunas ONG, con financiación de la Unión Europea. Las familias con menores a su cargo son las que tienen más oportunidades de poder encontrar sitio en uno de ellos. Quienes entran en este programa reciben una pequeña cantidad de dinero mensual y asistencia legal para el proceso del reconocimiento como refugiado.

Con este panorama, la alternativa autogestionada de los squats no existe solo porque ofrezcan alojamiento, comida y seguridad; esa no es la diferencia sustancial respecto a la opción institucional. Las listas de personas que esperan poder vivir en uno de estos edificios tienen mucho que ver con la dignidad en sus condiciones de vida y en las relaciones entre sus residentes.

“El mejor hotel de Europa”

El City Plaza es seguramente el squat de personas refugiadas más conocido fuera de Grecia, con este apelativo adherido. “Mucha gente conoce el City Plaza, pero pocos saben lo que significa”. Para Alí, que viene de Afganistán y lleva en Atenas “un tiempo largo”, no se trata solo de un edificio, sino de un lugar para “luchar por la igualdad de derechos de cualquiera”.

Ahora participa en las responsabilidades para el sostenimiento del hotel ocupado, al igual que el resto de personas —refugiadas y solidarias— que habitan en este antiguo hotel. Cuando se abrió este centro, el primer grupo que se creó fue “el de seguridad”, según recuerda Giorgos Maniatis. El ataque con cócteles molotov a Notara 26 —el pionero—, en septiembre de 2015, fue una alerta más sobre la importancia de tener vigilancia veinticuatro horas al día. La participación en alguno de los grupos encargados de la cocina, el almacén, la enfermería o la recepción es responsabilidad de quienes viven aquí.

Giorgos Degediktas destaca que, en el caso de City Plaza, se articuló también por personas y organizaciones de algunos países europeos. “La situación de los últimos años se había convertido en muy grave para las personas refugiadas, y el Estado no se ocupaba de la manera adecuada o solo lo hacían por la vía de la represión”, recuerda este histórico integrante de Diktio. “Pensamos en encontrar un lugar adecuado para alojar a la gente y habíamos visto este hotel que estaba desocupado alrededor de siete años”, apunta sobre la elección del lugar. Para la ocupación del edificio, se articuló una plataforma con otras organizaciones para desarrollarlo. “La base es la unidad, se busca el punto común”, destaca Degediktas.

María lleva en City Plaza desde febrero. Es una periodista y activista que procede de Madrid. La primera vez llegó para dos semanas, pero “al final se dio la situación” y pudo quedarse más tiempo. Antes estuvo en Chíos y Lampedusa. “Era algo que no podía quitarme de la cabeza y quise saber más e involucrarme más, en lugar de estar en Madrid”. Ahora se encarga de la logística de la cocina, hace turnos normales de almacén o “de lo que sea necesario”. También hay tiempo para aprender “a convivir, a escuchar, a pensar antes de hablar y encontrar la mejor vía de diálogo para llegar a algo en común”.

Miguel es compañero de María y la situación de los refugiados le “tocó un poco a fondo”. Hace dos veranos tuvieron la posibilidad de ir a los campos de refugiados de la isla de Chíos, “eso fue el comienzo que nos hizo volver meses después a Atenas como voluntarios autónomos”. Entonces descubrieron el City Plaza, les gustó y decidieron quedarse. Cuando Miguel explica qué le impulsa a llevar esta vida, dice que “nos ha traído aquí la solidaridad y demostrar que Europa no solo levanta muros, sino que podemos ser hospitalarios”.

Además de en la afluencia de personas solidarias, estas redes de apoyo internacional tienen su reflejo en donaciones económicas, de alimentos y materiales. Las redes locales están involucradas en la gestión de un almacén de donaciones que surte de material a muchos de los squats atenienses o en el apoyo de grupos políticos y sociales afines a las protestas realizadas por personas refugiadas, además de en la protección frente a grupos fascistas.

Trikoupi, un proceso de empoderamiento

Spirou Trikoupi 17 es un squat que se encuentra en el barrio de Exarcheia y en el que la autogestión directa y exclusiva por parte de las personas refugiadas forma parte de un proceso que ya lleva avanzado casi todos los pasos. El equipo de este squat comenzó en septiembre del año 2016. Antes el grupo se encontraba en un antiguo hospital ocupado, pero “fue muy difícil, había mala gestión dentro de él y estaba en una zona que era más delicada para que hubiera un ataque fascista”, recuerda Andrea. Decidieron entonces dejar ese edificio y buscar otro nuevo. “Fue la gente griega quien buscó el edificio y lo abrió”. Tras varias asambleas, se decidió hacer la mudanza hacia Exarchia, un área de la ciudad altamente politizada y donde abundan redes e iniciativas autogestionadas

Andrea es andaluza y lleva más de un año colaborando con Trikoupi. Se define como “voluntaria independiente”. Después de estar un tiempo y regresar a su casa durante unos pocos días, decidió volver a Atenas para quedarse. Ya no podía seguir viviendo en su ciudad porque “en Atenas hay mucho que hacer”. Así que volvió con una amiga. En principio, para solo dos semanas, “pero comenzó todo el proceso del squat y nos quedamos”.

El inmueble de Spirou Trikoupi antes se utilizaba para oficinas. “Se decidió que fuese un edificio para familias”, indica Andrea. Con la mudanza, “entraron unas 130 personas en cuestión de horas”. Cuando se empieza con este espacio hay muchos grupos de trabajo formados por personas solidarias: almacén, habitaciones, seguridad. Según va pasando los meses, alguna gente solidaria se va desvinculando y se queda el grupo que lo forma hoy. “Creemos que la autogestión es lo más importante, no queremos caer en el asistencialismo de un campo de refugiados”, según Andrea. Lo más costoso para ella es el comienzo del proceso, porque “hay que hacer que alguna gente comprenda qué es la autogestión”.

Ahora, los grupos de trabajo están compuestos por una persona solidaria y un grupo de residentes. Andrea explica que intentan “que en cada grupo de trabajo haya personas de todas las nacionalidades” porque facilita mucho la comunicación de todos los asuntos a todas las personas, alrededor de cien, que viven en el edificio.

El acompañamiento a estas personas en sus relaciones con la Administración, especialmente en asuntos educativos o sanitarios, es otra tarea que gestionan las personas del squat, desde donde insisten en que “todos los niños y niñas tienen que estar escolarizados en el sistema educativo griego. No es lo mismo que venga un profesor. Lo mejor para los niños es ir al colegio”. Seguir la cartilla es otra norma para niños y niñas —y también para sus padres—, advierte Andrea, que también realiza acompañamientos para “que se hagan el ANCA, la tarjeta sanitaria”.

“Si no hacemos que la gente se empodere, esto no sirve de nada”. Antes, colaborar con Spirou Trikoupi le consumía mucho tiempo. En la actualidad, acude de forma más puntual. La organización que se ha ido desarrollando con el tiempo no lo hace tan necesario. “El edificio también cambia a la gente que vive en él”. Los conflictos se reducen con el tiempo, la convivencia es más armónica. Además, el machismo y el racismo no están permitidos.

Todos los lunes por la tarde hay una asamblea, en la que participan todas las personas que viven y participan en el espacio. En este ámbito de toma de decisiones, el inglés es el idioma vehicular, pero es habitual escuchar cinco idiomas diferentes: árabe, farsi, tigriña y también castellano, ya que muchas de las personas solidarias lo tienen como lengua materna. Cada persona se expresa en la lengua que quiere, de ahí se traduce al inglés y de esta al resto de lenguas.

Los temas tratados en esta asamblea discurren desde el repaso a una fiesta celebrada recientemente y las cosas a mejorar para la próxima hasta la gestión del almacén, la seguridad o el protocolo para las personas recién llegadas al edificio. Escuchar sucesivamente lo mismo en tantos idiomas diferentes para que nadie se quede sin entender lo que se discute, si lento, resulta esperanzador.

Perspectivas

City Plaza o Spirou Trikoupi son dos evidencias de las posibilidades y oportunidades nacidas desde la autogestión, que se consolidan como alternativas organizadas y más dignas a la respuesta institucional en lo que respecta al reto de la acogida de personas refugiadas.

La solidez de las redes atenienenses, la recuperación de espacios para acogida llevadas a cabo por ellas, la difícil situación de las personas refugiadas en los campos, además de la falta de capacidad del Estado griego para aumentar el gasto social, conforman una suma de factores que apuntar a la permanencia de estas iniciativas durante una larga temporada, si los grupos de apoyo mantienen su actividad y las necesidades de alimento y ropa pueden seguir cubriéndose, ya que su utilidad social continúa intacta.

La llegada de personas solidarias de otros países y su trabajo sostenido es también fundamental para su continuidad, incluso desde un punto de vista simbólico: estos edificios representan un faro de internacionalismo en un continente donde los nacionalismos excluyentes están en proceso de expansión.

“Todo lo que Europa no está haciendo ahora mismo lo pueden hacer las personas”, concluye Giorgos Maniatis.


Okupas en Grecia: https://radar.squat.net/es/groups/country/GR/squated/squat
Grupos (CSOA, okupas) en Grecia: https://radar.squat.net/es/groups/country/GR
Eventos en Grecia: https://radar.squat.net/es/events/country/GR


Paco Aguaza , El Salto https://www.elsaltodiario.com/refugiados/squats-atenas-alternativa-consolidada-refugio-autogestion